Otra derrota del Madrid fuera de casa con otro partido abominable en el que solo puede salvarse a algún joven.

Cualquier cosa es mejor que ver al Madrid. Arreglar el armario, rellenar los formularios pendientes, intentar comprender la factura de la luz, leer las entrevistas completas a Casado o cortarse las uñas de los pies intentando mejorar la plusmarca personal de puntería con los proyectiles. Las peñas del Madridya no colocan las sillas mirando a la tele, las tienen en círculo como en Alcohólicos Anónimos. Sus partidos son dignos de un "Estedio" Estadio.

El partido comenzó con la obra de arte de Brahim y prometía alguna cosa, aunque luego se quedo en eso. Cogió la pelota fuera del área, se fue con la izquierda, recortó en seco (esu regate firma) y batió a Rulli con la derecha. Recordaba un poco a aquel gol de Raúl contra el Atlético de López.

La Real, con el público festivo, comenzó a intentarlo. A echarle eso que se conoce como “ganas”. Prodigio de la preparación psicotáctica que el Madrid observa como un exotismo.

Oyarzabal se quería echar el equipo encima. Ya chutó en el 15, y le ayudaba el inteligente merodeo de Barrenetxea. Fue subiendo la marea txuri urdin poco a poco y en el 21 marcó Oyarzabal en un fuera de juego que el VAR tardó minutos en aclarar.

El Madrid, que tampoco es que estuviese muy metido, se fue a su “icloud” particular y a la vuelta del VAR concedió otro gol, esta vez sí legal, que marcó Merino tras pasar solo toda la jugada, sin que nadie se ocupara de él. Asombroso lo de la defensa.

El Madrid intentó argumentar algo a partir de algunas apariciones del hasta entonces invisible Benzema. Combinó con Brahim para una ocasión que Rulli le paró a Isco.

Pero era ya el fantasma primaveral de costumbre y la Real tuvo una gran ocasión que salvó Vallejo con la mano. Cambió el gol por un penalti con expulsión y salio ganando el Madrid porque Courtois le paró el disparo a William José y durante un rato jugaron mejor con diez, como si eso fuera por fin un acicate. Fue un espejismo.

Acabó la primera parte sin noticias de Asensio e Isco, cuya temporada puede resumirse en que primero les cogió la delantera Vinicius y luego Brahim.

Con Casemiro retrasado, la media del Madrid se iba deshaciendo y en la Real destacaban Merino y las buenas subidas de Aihen Muñoz.

Zidane trató de resolver el creciente problema sustituyendo la insustancialidad de Isco y su mandanga rotatoria por Modric, pero al minuto siguiente marcó la Real: Zaldúa imponiéndose por alto a un Marcelo convertido en cojincillo del rival. Otro gol para resumir la temporada. La defensa del Madrid ha sido una cosa demencial. Todas las formas de la histeria posicional y el estupor defensivo.

Fue a peor la cosa y en el 67 marcó el jovencísimo Barrenetxea tras una gran jugada colectiva aprovechando el rechace de un un palo.

El Madrid volvía a ser una orquesta apática. Darle al violín es una proeza; soplar el corno, ¡uf, qué pereza! Ver las combinaciones entre Marcelo y Asensio produce ansiedad. Y como la Real está en la parte de la clasificación, Benzema apenas hizo nada, pues su show es siempre ante el pobre, asunto que se oculta constantemente. En el Barcelona se habla de revolución después de ganar la Liga y en el Madrid se estima seriamente que estos futbolistas sean el comienzo de algo.

La duda que deja este partido, como todos los anteriores, amenaza la temporada siguiente: ¿será capaz Zidane de aislar su flor de la epidemia de tristeza de este Madrid? La flor de Zidane es como el árbol de Juego de Tronos.

La entrada de Vinicius alegró el juego. No se entiende que no fuera titular. Pero fruto no hubo, y el larguero evitó males mayores en las contras de Januzaj.

El Madrid lleva meses pidiendo que le desconecten de la máquina. La expresión “tirar la Liga” ha sido llevada a nuevas cotas. La Liga 18/19 es de expediente disciplinario, y es difícil convertir el bello deporte del fútbol en un suplicio semejante.

Abc

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